Intolerancia
a la lactosa: no se debe confundir con la alergia a las proteínas vacunas. La
intolerancia a la lactosa se puede producir después de una diarrea, es benigna
y autolimitada. Se suele tolerar bien la leche materna y no constituye una
contraindicación para la lactancia.
Galactosemia:
enfermedad congénita, muy grave, en la que la leche materna está totalmente
contraindicada, lo mismo que la leche artificial. Estos niños necesitan una
leche especial sin lactosa.
Diarrea: el
tratamiento actual de la diarrea es la rehidratación oral (si existe
deshidratación) y continuar la alimentación normal. No es necesario ni conveniente
el ayuno. Nunca se debe interrumpir la lactancia. Los lactantes que continúan
tomando el pecho si interrupción durante una diarrea hacen menos disposiciones
y se curan antes que los que interrumpen la lactancia durante unas horas para
tomar sólo rehidratación oral.
Diarrea de
la madre: no está contraindicada la lactancia sea cual sea el germen
causante, pues éste no se transmite por la leche, y el destete, precisamente
cuando existe riesgo de diarrea, sería muy perjudicial. Se recomienda una
exhaustiva higiene de manos. La madre debe beber en abundancia, pues pierde
casi un litro de líquido con la leche, además de la pérdida diarreica.
Gemelos: es
perfectamente posible dar el pecho a dos gemelos: siempre hay suficiente leche.
Las madres africanas mal alimentadas dan el pecho a gemelos y el crecimiento de
éstos es normal. Resulta más fácil dar de mamar a ambos a la vez, aunque no
siempre es posible. La madre necesita ayuda con otras tareas domésticas. Los
niños pueden alternarse los pechos, o que cada uno tenga el suyo propio. Se han
publicado muchos casos de lactancia materna a trillizos.
Síndrome
de Down: los niños con síndrome de Down tienen dificultades especiales
para mamar. Este problema recibe el nombre de macroglosia, que dificulta la
introducción del pezón y la areola, fatiga por la cardiopatía; hipotonía, que
dificulta el trabajo de la mandíbula y el sostén de la cabeza. Y sin embargo,
les conviene mucho la lactancia, por la protección de infecciones
respiratorias, para potenciar el vínculo afectivo, para evitar rechazos y para
un mejor desarrollo psicomotor. La madre debe prestar especial atención los
primeros días para conseguir una buena posición, a pesar de las dificultades.
Se debe advertir a la madre que los niños con síndrome de Down crecen y
engordan lentamente. No siguen las curvas de crecimiento de los otros niños,
por ello no debemos cometer el error de atribuir esto a la falta de leche.
Labio
leporino: dificulta poco la lactancia, porque el niño no mama por succión,
sino apretando con la lengua. Pero sí ejerce una cierta sección para mantener
el pezón en su sitio y, si el defecto rompe la “ventosa”, es posible que el
pezón se escape. Se le debe ayudar sujetándolo bien cerca del pecho. A veces el
mismo pecho se adapta y tapona el defecto; en otros casos, la madre puede
sujetar el pecho con la mano, de modo que su pulgar tape el defecto del labio.
Hospitalización
de la madre: se debe intentar que el niño pueda ingresar con la madre. Si es
absolutamente imposible, la madre puede sacarse la leche, para dársela luego al
niño. No olvidemos que la madre puede tener molestias si no se saca la leche
regularmente. Si la madre es operada, puede sacarse la leche tan pronto como se
despierte de la anestesia, incluso si el niño llora se le podría colocar en el
pecho mientras la madre aún está dormida. Si son muchas horas, se puede sacar
leche a la madre mientras está dormida, para evitarle molestias.
Diabetes: la madre
diabética puede dar el pecho. Ni la insulina ni la dieta causan problemas. Las
diabéticas que lactan suelen necesitar menos insulina, algunos estudios dicen
que 30 % menos, por lo que se debe avisar a la madre de que esto puede ocurrir
para que ajuste la dosis según los controles habituales. Se debe tener especial
cuidado a la hora de prevenir grietas, candidiasis y mastitis: conviene una
lactancia frecuente, buena posición, no lavar con agua y jabón y menos con
desinfectantes que irritan la flora saprófita, no aplicar ninguna pomada, y
menos si lleva antisépticos o corticoides, que facilitan la candidiasis (hongos).
Epilepsia:
los
fármacos antiepilépticos suelen ser compatibles con la lactancia. Con el
fenobarbital, la cantidad que pasa a través de la leche puede evitar las
convulsiones de retirada, frecuentes en el recién nacido, por lo que es muy
importante seguir con el pecho y que el destete sea tardío y progresivo. Se han
descrito convulsiones de retirada por un desastre brusco.
Tiroides: ni el
hipo ni el hipertiroidismo contraindican la lactancia. Los antitiroideos son
compatibles con la lactancia; algunos autores recomiendan el propiltiouracilo,
pero el metimazol y el carbimazol tampoco están contraindicados. En cuanto a la
hormona tiroidea, todas las mujeres la tienen y siempre pasa a la leche. Los
niveles de una mujer tratada son similares a los normales y es ridículo pensar
que eso contraindica la lactancia.
Tuberculosis: los
fármacos antituberculosos son compatibles con la lactancia. La isoniacida pasa
a la leche en cantidades no desdeñables; el lactante ha de recibir su propia quimioprofilaxis
cuando esté indicado, pues en la leche no hay suficiente, pero con la dosis
justa (redondear la dosis hasta abajo, no hacia arriba). En otros tiempos se
separaba al niño de la madre mientras ésta era contagiosa, pero aunque se
separasen, el niño tenía que recibir isoniacida, pues podría darse contagio
transplacentario. Actualmente se considera que la tuberculosis, incluso cuando
no está tratada, no es motivo para anular la lactancia ni para separar a madre
e hijo.
Miopía: el mito
de que las mujeres miopes no pueden dar el pecho no tiene ningún fundamento.
Los libros de oftalmología ni lo mencionan.
Paladar
hendido: este problema conlleva serias dificultades de alimentación, por
cualquier medio, ya que el alimento pasa al pulmón. Algunos niños consiguen
mamar directamente (con paciencia y colocándolos completamente verticales); a
otros hay que darle la leche con sonda, vaso o biberón. Si el niño no logra
mamar y vemos que el biberón resulta más eficaz, usémoslo sin temor, pero en
cualquier caso es mucho mejor que la leche sea materna y no artificial, pues en
caso de aspiración, la leche artificial produce neumonía mucho más fácilmente
(medio de cultivo, proteínas, ausencia de I y AS). También con la leche
artificial aumenta el riesgo de sufrir otitis. La madre puede sacarse la leche
y dársela a su hijo por el medio que resulte más conveniente. Se tiende a
operar cada vez más precozmente este
problema. La lactancia materna puede reanudarse inmediatamente después de la
intervención; es un error esperar para proteger los puntos, pues es mucho más
fácil que se infecten y salten si el niño se pone a llorar por no darle el
pecho.
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